Un nuevo estudio científico -publicado como preprint y, por tanto, todavía sin revisar- afirma que el estrés provocado por el confinamiento y la pandemia de COVID-19 podría tener un impacto negativo en la estructura de nuestros cerebros.
Los investigadores Tom Salomon y sus colegas escanearon el cerebro de 50 voluntarios sanos en Israel entre los meses de mayo y julio de este año. A todos ellos se les realizó una resonancia magnética, una técnica de neuroimagen que utiliza campos magnéticos y ondas de radio para obtener imágenes detalladas del encéfalo. Estas personas también fueron escaneadas antes de que comenzara la pandemia, como parte de otro estudio que se realizó en 2019.
Los científicos compararon los resultados de las resonancias magnéticas antes y después del periodo de confinamiento y encontraron un aumento del volumen de la amígdala y regiones adyacentes. Se sabe que esta estructura cerebral está asociada con la inhibición conductual y la regulación emocional, por lo que los autores plantean la hipótesis de que el estrés puede haber sido el responsable de las alteraciones estructurales observadas.
No obstante, un cambio en el volumen cerebral puede interpretarse de diversas formas (especialmente un aumento del mismo, ya que a priori debería ser algo positivo y no al revés), más allá de la teoría de que el aumento del volumen de la amígdala es la consecuencia del incremento del miedo y la ansiedad de las personas que han experimentado el confinamiento durante la pandemia.
Con todo, es innegable que el estudio en cuestión cuenta con un tamaño de la muestra limitado y los resultados deben replicarse antes de poder sacar conclusiones definitivas.